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Cemíes, Dúhos y Rituales Aborígenes

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Los taínos y sus creencias religiosas

Los taínos creían en la existencia de un ser supremo y protector, inmortal e invisible, al que llamaban Yócahu Bagua Maórocoti, que propiciaban la fecundidad y las fuerzas genésicas de la tierra y el mar, cuya morada estaba en el cielo o Turey. Su madre era Atabey o Attabeira, aunque también tenía otros nombres según sus atribuciones.

Era señora de la luna, diosa de las aguas y protectora de las parturientas. Otra de las divinidades femeninas era Guabancex, a la que se invocaba para calmar los vientos desatados por la furia de los huracanes, que arrasaban la vegetación y echaban por tierra los bohíos.

El ritual de la cohoba

La principal ceremonia religiosa de los taínos fue la cohoba. En ella los oficiantes entraban en un estado de trance extático mediante la inhalación de sustancias psicotrópicas que provocaban alucinaciones visuales y auditivas. Así creían comunicarse con las divinidades y los espíritus de sus antepasados, con la finalidad de predecir el futuro, augurar las buenas cosechas y lograr la curación de los enfermos.

Durante la celebración el cacique que oficiaba el ritual tocaba un tambor de madera llamado Mayohabao, mientras recitaba conjuros y entonaba canciones que los presentes repetían a coro con gran devoción.

​Los alucinógenos se elaboraban mediante la trituración de las semillas del árbol Anadenanthera peregrina con morteros y majadores líticos en cuyos topes se esculpían figuras y rostros antropomorfos y zoomorfos vinculados con las deidades tutelares de las tribus.

Otros instrumentos rituales empleados en estas ceremonias eran las espátulas vómicas, confeccionadas con madera o con las costillas del manatí (Manatus sp.), y los inhaladores o cañutos en forma de Y, uno de cuyos extremos bifurcados, colocado en los orificios nasales, permitía aspirar los polvos alucinógenos.

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Los ídolos de la cohoba

En el ritual de la cohoba se usaba un cemí particular. Estos ídolos sostienen sobre la cabeza un plato donde se colocaban los polvos alucinógenos aspirados en la ceremonia ritual. Eran tallados, generalmente, en maderas duras como el guayacán (Guaiacum officinale L.). Algunas de estas magníficas tallas representan a los cemíes gemelos Boínayel y Márohu, dioses protectores que habitaban en una cueva llamada Mautiatihuel, a quienes se imploraba para atraer la lluvia requerida por las cosechas en los sembradíos o conucos. Otras son de apariencia ornitomorfa con imágenes de lechuza que se vinculan a los espíritus nocturnos; al igual que de aspecto caniforme relacionándose con el mito de Opiyelguobirán, “que tiene cuatro pies como de perro”, constituyendo una expresión del dualismo antropozoomorfo tan propio del arte taíno, que manifiesta la personalidad mítica.

Los dúhos o asientos ceremoniales

Entre el ajuar mobiliario de los taínos resaltan los dúhos, que eran asientos o taburetes empleados por los caciques y nitaínos para oficiar el ritual de la cohoba o para presenciar los juegos de pelota que se celebraban en el batey o plaza de las aldeas. Se fabricaban de piedra o de madera, aunque estos últimos eran los más frecuentes y mejor elaborados. Se tallaban en una sola pieza con bellas ejecuciones artísticas y motivos simbólicos que denotaban el prestigio y la dignidad de los ocupantes, en su condición de jefes tribales.

Las potizas

Las potizas, usadas como contenedor de liquido se destacan por sus dimensiones entre los objetos que integran la rica y variada alfarería taína. Estas piezas tienen formas acorazonadas, globulares o mamiformes, pico alargado y boca estrecha. La parte superior de estas potizas culmina en un pico de aspecto fálico. La representación del órgano mascul no y la estilización de las mamas femeninas, rasgos que remiten a la fecundidad, son característicos de las expresiones plásticas taínas.

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El cemí de algodón

Para rememorar a los personajes connotados o de alto rango en la jerarquía de las aldeas, los taínos conservaban sus cráneos en el interior de grandes imágenes antropomorfas confeccionadas con hilos de algodón. ​En la colección del Museo de Antropología y Etnografía de la Universidad de Turín, Italia, afortunadamente, se conserva un magnífico ejemplar de los extraordinarios íconos de algodón.

El culto de los antepasados

Los taínos profesaban gran veneración a sus ancestros, con quienes mantenían una estrecha comunicación y una relación de dependencia espiritual. Creían que los espíritus de los difuntos, llamados opías, iban a morar al coaybay, donde les esperaba una vida no muy diferente a la que tenían en la tierra y se reunirían con sus antecesores. Por eso enterraban a sus muertos junto a sus objetos personales más preciados y colocaban.

Solo en el Museo del Hombre Dominicano

Para nosotros es un placer recibirle y alimentar a través de esta exposición su necesidad de conocer el pasado para tener un mayor entendimiento del presente y una clara proyección del futuro.

​Lo que conocemos hoy como la cultura taína fue el resultado de la integración de múltiples grupos indígenas antillanos, esta exposición presenta una mirada a las costumbres, las expresiones artística y ritualista de estos y a su vez nos invita a un viaje al interior de nuestros orígenes ancestrales.

De martes a viernes de 10:00 A.M. hasta las 4:00 P.M. y los sábados y domingos de 10:00 A.M. hasta las 5:00 P.M.
Museo Hombre Dominicano