Eran tiempos convulsos. Muchos miedos, muchas amenazas, mucha violencia.
En el medio de este ambiente hostil, el establecimiento de una nueva cultura de frente a la ya existente. Nuevas creencias y ritos que se contraponían por mucho a las ancestrales de los nativos que los españoles encontraron.
Muchos intereses que habrían de querer ser arrebatados a la fuerza mediante actos violentos, guerras y estrategias bélicas.
En un escenario así, la seguridad de los personajes más importantes, así como de la gente que representaban era una obligación por encima del deber heredado por el cargo.
Los virreyes don Diego Colón y doña María de Toledo, señores del Alcázar, no estaban exentos de que se tomaran medidas en su magnífico palacio a fin de garantizar la protección de la aristocrática familia en la Española. De hecho, la seguridad de esta familia dentro de su hogar fue, de seguro, un tema importante en las conversaciones de los estrategas y planificadores de la naciente ciudad de Santo Domingo.
Según nos relata María Ugarte en su libro «Fortificaciones coloniales de Santo Domingo»:
«El fuerte y robusto edificio construido en mampostería de piedra, con las embocaduras de puertas y ventanas en sillería de calidad despertó las sospechas de los enemigos del virrey, muy especialmente del tesorero Miguel de Pasamonte, quien le acusó de estar edificando una casa fuerte atribuyéndole a don Diego propósitos independentistas«.
Una visión rápida, de la mano del guía Yeiko Payano, para conocer por dentro el hermoso Palacio virreinal de Don Diego.
Muchas interrogantes se responden tras una visita guiada por el interior de este lugar fascinante, repleto de historias qué contar.