La obra monumental «La Silla Adulta» (2024), del destacado surrealista dominicano Iván Tovar (1942–2020), regresó a su tierra natal la República Dominicana tras conquistar las principales ciudades del mundo
En una ceremonia de gran significado, celebrada el pasado miércoles 20 de agosto en la explanada del Museo de Arte Moderno, donde se llevó a cabo la develación de esta imponente escultura, que ha sido exhibida previamente en emblemáticos escenarios internacionales, incluyendo Times Square en Nueva York. La presencia de visitantes y personalidades del arte llenó de emoción el acto, donde se destacó la importancia de esta pieza en el patrimonio cultural del país.
El evento contó con las palabras iniciales de Carlos Andújar, director general de museos, quien rememoró el amplio legado de Iván Tovar desde 1969 y la transformación de su emblemática obra «La Silla Adulta» en un símbolo de conexión humana profundo. «La decisión de la Fundación Tovar de elevar esta obra a una escala monumental de cuatro metros en acero inoxidable representa un hito en la trayectoria del artista», expresó.
Un momento emotivo del magno evento fue escuchar las palabras de Daniela Tovar Castillo, hija del importante artista y presidenta de la fundación que lleva su nombre.
“Resulta imposible, hablar solo como presidenta de la Fundación Iván Tovar esta noche, les hablo también como la hija y sobre todo como la hija de un hombre que vivía dentro de su mundo, un mundo profundamente suyo y sin embargo era capaz de tocarnos a todos”.
Al referirse a la escultura monumental, expresó que para ella es más que un arte en acero, es un fragmento de su padre que vuelve a tomar espacio, que vuelve a respirar, “que nos mira desde el silencio y nos dice aquí estoy”.
Indicó que durante tres meses esta obra estuvo en el corazón de Nueva York Times Square, vista por millones de personas.
“Imagínense el orgullo que yo tengo como hija de ver a mi padre, su creación, brillando entre luces y pantallas, dialogando con culturas diferentes en una conversación abierta con el mundo. Una silla colocada en medio del ruido, de la luz, del vértigo urbano y sin embargo profundamente silenciosa, poderosa, inquietante. Aquí está la silla, la suya, la nuestra, expectante, cargada de sentido como en una especie de reencuentro para ser desde hoy parte del paisaje de nuestra ciudad y nuestra memoria colectiva.»
Las palabras de cierre estuvieron a cargo del mecenas de la obra, Héctor José Rizek, quien resaltó la valía profesional de este artista dominicano, cuyas obras guardan la grandeza de los más destacados del mundo.